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21 de julio de 2014

De la desilusión a la mayor ilusión, volvió Argentina

Selección nacional                                   
                    

    De la desilusión a la mayor ilusión, volvió Argentina


   En diciembre del año pasado el bolillero fue un aliado de la Selección argentina, a quien le había tocado, para muchos, el grupo más accesible de su historia mundialista. Bosnia, Irán y Nigeria fueron los conjuntos, en primera instancia de no temer, que provocaron un respiro en un ambiente algo asfixiante.

 Convocatorias discutidas por gran parte de la prensa y la afición, como la de Sergio Romero, o las de Marcos Rojo, Enzo Pérez, Hugo Campagnaro y José Basanta, y no convocatorias, como las de Carlos Tévez, Esteban Cambiasso, o Wilfredo Caballero con un excelente presente, hicieron que gran parte de la sociedad perdiera mucha de la confianza lograda tras una  muy buena eliminatoria.

   Pero el Mundial es el Mundial, y era en Brasil, la Selección contaba con un “10” bendecido de un talento inmaculado, con un ángel que le había devuelto el blanco a un Real Madrid gris, con una delantera y un mediocampo que daban para soñar, y  el argentino no podía faltar, y no sólo no faltó, sino que fue uno de los mayores partícipes del espectáculo tras la línea de cal.

   Y esa Argentina tan discutida llegó a  la final. No había brillado en el “grupo de la vida”, sumó 9 puntos con lo justo, gracias a chispazos mágicos de ese “10”, Lionel Messi, que en esos tres partidos convirtió cuatro goles. Octavos fue más duro que cuartos, Suiza complicó a la Selección mucho más que una desdibujada Bélgica, y Países Bajos, con un conjunto muy joven, la llevó hasta los penales. Y para asombro de muchos, los puntos más altos del equipo fueron los Romero, los Rojo, los Basanta, los Pérez, que a Alejandro Sabella le habían costado tanta credulidad.

   Se perdió la final, se cayó por tercera vez consecutiva con Alemania, una selección que mantiene un proyecto desde hace más de una década, y que hoy está dando sus frutos, pero lo que más duele es que se le pudo haber ganado. Los jugadores argentinos dejaron todo, fueron de menor a mayor, superaron grandes obstáculos, como lesiones, la negatividad del público local en cada partido, la presión de un país insatisfecho desde 1990, entre otros factores.

   Mascherano fue un capitán sin brazalete, jugó con el corazón, fue fuerza, fue garra; la delantera no llegó en las mejores condiciones, las lesiones fueron una dificultad permanente; Messi hizo hasta donde pudo, marcado por cinco o más jugadores en cada encuentro, y presionado por millones que, debido a su enorme talento y sus logros, le exigen cosas casi imposibles de lograr; y la defensa, la tan discutida defensa, pasó a ser el fuerte, a brindar la tan ansiada confianza.

   La gente volvió a creer en la Selección, estos jugadores lograron que el pueblo vuelva a ilusionarse, a salir a festejar en las calles, a tener esperanzas de lograr cosas importantes. Estos jugadores pasaron a ser el orgullo de todo un país que vive y respira fútbol, y lo mejor que se puede hacer es aprender del vencedor, mantener un proyecto y así pensar a lo grande para Rusia 2018.


Mao Castro (@The_Maumeister)

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